Kintsugi es una técnica oriental que habla de las cicatrices y la restauración de estas.
Con unos unos minutos de introspección puedes detectar las principales cicatrices que te acompañan hoy en día.
¿Con qué momento o situación vital tienen que ver?
¿Cómo te relacionas con ellas?
Historia del Kintsugi
En Oriente existe esta bella técnica, Kintsugi, que se basa en reconocer metafóricamente las roturas y fisuras que se producen en los objetos como parte de su historia, como el recuerdo de un acontecimiento concreto que hay que celebrar y atrevernos a admirar de frente.
Jamás tratan de esconder una rotura, sino todo lo contrario, aumentan el tamaño de la grieta visualmente con oro, considerando que alcanzan mucho más valor y mucha más belleza cuando se han restaurado de un modo visible.
La leyenda del Kintsugi
Cuenta la leyenda que este arte comenzó en el siglo XIV, cuando el uno de los gobernantes de facto del país, en el que el Emperador delegaba mandó a arreglar su taza de té favorita a China. El resultado le decepciono, ya que mediante grapas metálicas, –como era el procedimiento habitual- observó que se había perdido la belleza de la pieza y que quedaba inservible, ya que el té se filtraba por las grietas presentes. Por ello encargó a los artesanos japoneses idear un método de restauración que no sólo volviera a hacerlo funcional, sino que lo revalorizara…
¿Cuál es la filossofía del Kintsugi?
Esta filosofía ya trata de advertirnos sobre la belleza que poseen las cicatrices propias del alma. Otorgan a sus reparaciones un mensaje inspirador: “hay que aprender a sanar las heridas con amor”, trabajando de un modo interior que nos permita finalmente celebrarlas y lucirlas para trascenderlas.
Saber mirar nuestras cicatrices, enfrentarnos a nosotros mismos e integrar nuestras luces y nuestras sombras, no ocultando aquello que no nos gusta, nos permite vivir con mayor consciencia y plenitud. Renacimiento del alma, mediante la restauración de un objeto.
Al igual que el artista, tenemos que ser capaces de ver belleza en aquello ordinario o quebrado dentro de nosotros mismos para convertirlo en arte. Tomando la técnica del Kintsugi, debemos lograr aportar brillo dorado “alquímico” a las heridas del alma al finalizar su cicatrización.
El proceso de la técnica del Kintsugi
1.Tras el acto creativo, detenernos y reflexionar en cómo nos hemos sentido mientras nuestra atención estaba centrada en el pincel, en el pigmento o la textura desnuda de la cerámica antes de ser decorada.
¿Qué te ha evocado este proceso?
- El siguiente paso es generar la ruptura, es el momento de apelar al desapego.
-Una vez nos sintamos preparados procedemos a “destruir” aquello en lo que hemos estado trabajando, -no desde un acto violento, sino desde el desapego y desde el perdón-
- Realizar este proceso, bien podría representar para nosotros una ruptura con una experiencia del pasado o con unos patrones antiguos que nos impiden continuar conviviendo de una manera armoniosa con nuestra verdadera esencia. Experimentar un evento de ruptura real puede generar en nosotros el valor para tomar ciertas decisiones, para “despertar” tras un periodo de letargo. Se trata de un acto liberador.
¿Qué ha representado para ti esta actuación?
- Recomposición, sanación y perdón. Vamos a reparar como haría un restaurador, un objeto que se ha vuelto inservible. Una pieza que antes tenía una apariencia muy distinta a la que muestra ahora: frágil, fraccionada, deformada.
Pensemos en una ruptura emocional, un bloqueo, un episodio vivido que ya no forma parte del “ahora”. Se trata de un ejercicio de compasión para redirigir nuestra intervención de restauración física hacia nosotros. Con cada pieza que devolvamos a su sitio, con cada grieta que cerremos, sintamos en nuestro espíritu cómo se recompone de nuevo nuestro niño interior. Percibamos las luces y las sombras con amor. Se trata de un acto de perdón, pues nosotros hemos roto el objeto, somos dueños de nuestras decisiones y nuestros actos. Al mismo tiempo tenemos el poder y el derecho de recomponer los daños causados, tanto a los demás como a nosotros mismos.
- Una vez colocadas las piezas sobre la superficie en la que estamos trabajando, dispongámonos a devolver al objeto su función estructural. Como un médico o un alquimista, vamos a producir la sanación en el material, tanto energético, como físico.
Como vemos, vuelve a mantenerse erguido y funcional a pesar de los daños anteriores, de sus avatares históricos. Ahora únicamente quedan las fisuras como recuerdo del guerrero que vuelve de la batalla con cicatrices, que rememoran el valor que tuvo, la experiencia que vivió y que le hizo más fuerte.
- Finalmente, con la técnica del Kintsugi, reforzamos las grietas que han quedado como testimonio de lo vivido con un pigmento dorado. Mientras sostenemos el pincel como si fuéramos un artista, observamos nuestras sensaciones al trazar cada línea con delicadeza. Tratemos de sentir que estamos, al mismo tiempo acariciando con el pincel cuya punta está enfundada en oro, nuestras propias cicatrices del alma. Dediquemos unos minutos a sentir que realmente estamos revalorizando y reparando con un efecto de luz nuestras heridas del pasado.
La belleza emana,
Surge, se ofrece, ilumina
Cada instante
Dorando cada objeto,
Dulcificando las profundidades,
Adornando cada ruido,
Dotando a la mirada
De argumentos,
de Armónicas razones que
Identifiquen el color
Que engrandece y justifica.
Cada instante es bello,
Y los pensamientos y
La soledad y las distancias
Y la embriagadora compañía
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